domingo, 29 de junio de 2008

Anexo I de "Oh! el Amor"

Un nuevo punto ilumina nuestra visión desde la "Dialéctica del Amo y el Esclavo" de Georg Wilhelm Friedrich Hegel.

El hombre es autoconsciencia. Es autoconsciente; consciente de su realidad y su dignidad humana, y en esto difiere esencialmente del animal, que no supera el nivel del simple sentimiento de sí. El hombre no puede ser "vuelto hacia sí mismo" sino por un Deseo: por el deseo de comer, por ejemplo. Es el Deseo (consciente) de un ser el que constituye este ser en tanto que Yo y lo revela en tanto que tal y lo impulsa a decir: "Yo...".
El Yo creado por la satisfacción activa de tal Deseo tendrá la misma naturaleza que las cosas sobre las cuales lleva ese Deseo. Ese Yo que se "nutre" de Deseos, será el mismo Deseo en su ser mismo; creado en y por la satisfacción de su Deseo. Y puesto que el Deseo se realiza en tanto que acción negadora de lo dado, el ser mismo de ese Yo será acción. El ser mismo de esa acción será devenir, y la forma universal de ese ser no será espacio, sino tiempo.
En su ser mismo ese Yo es devenir intencional, evolución querida, progreso consciente y voluntario. Él es el acto de trascender lo dado que le es dado y que es él mismo. Ese Yo es un individuo (humano), libre (frente a lo real dado) e histórico (con relación a sí mismo). Y es ese Yo y ese Yo solamente el que se revela a sí mismo y a los otros en tanto que Autoconsciencia.
Así, en la relación entre el hombre y la mujer, por ejemplo, el Deseo es humano si uno desea no el cuerpo del otro, sino el Deseo del otro, si quiere "poseer" o "asimilar" el Deseo tomado en tanto que Deseo, es decir, si quiere ser "deseado" o "amado", o más todavía: "reconocido" en su valor humano, es su realidad de individuo humano.