domingo, 24 de febrero de 2008

Un buen libro


Hay quienes dicen que siempre es bueno leer (jeje), cualquier cosa, sin importar el contenido, la cantidad, etc. La verdad, me parece, que es bueno leer, pero no por esto creo que sea bueno leer cualquier cosa. La palabra bueno, no describe exactamente lo que se quiere decir. Cuando se dice, "siempre es bueno leer" se debe querer decir "la lectura proporciona utilidades", lo que está fuera de todo juicio moral, por ejemplo, leer una receta de cocina que bien puede encontrarse en una servilleta de papel. Pero, ¿no es bueno para el cocinero, leer una receta?. Claro. Todas las acciones que tiendan a mejorar nuestras habilidades, serán buenas; leer es una de ellas, leer lo que nos convenga.
No obstante, no sólo se lee para adquirir o elevar una virtud. También se lee por placer. Esta cualidad de la lectura limita otro tanto al objeto a considerar. Las limitaciones son señaladas por las preferencias, los gustos. Por lo tanto, quedan fuera, diría, unos cuantos libros de la consideración.
También suele leerse por entretenimiento, por la simple razón de pasar el tiempo. Esta cualidad debe ser una de las menos limitadas, pues, hasta un frasco de desodorante de ambiente proporciona lo necesario. Sin embargo, existen textos ilegibles para cada uno, por ejemplo, para el que escribe, la biblia (por dios!).
Otra cualidad interesante es la capacidad de generar emociones y sentimientos diversos sobre el lector. Esta pareciera más noble que la anterior, a la vez que difícil de encontrar. Este tipo de lectura puede apreciarse de vez en cuando, para descansar del primer tipo. Un pequeño obstáculo (perdón) es la capacidad de las personas para sentir lo que los libros tratan de transmitir. Por lo que a algunos les resulta más fácil alegrarse con un texto humorístico, y a otros con una novela romántica de feliz final.
Por fin, una cualidad que me motiva a leer nuevos autores, la deduzco de una frase que escuché hace bastante tiempo, de la cual, lamentablemente, no recuerdo el autor, o el diciente (término rati). Es la siguiente: Cualquier libro que haga pensar, es un buen libro. Con el riesgo de equivocarme, diré que fue Dolina.
Como conclusión, existe, no sólo un libro, sino tantos como uno no pueda llegar jamás a leer, que se puedan considerar como buenos. Aun así, no es bueno leer siempre.

sábado, 23 de febrero de 2008

Buscando conexión...

Pareciera que últimamente no estoy pensando en nada. Es cierto. No lo estoy haciendo. ¿Por qué? No estoy seguro.
En ciertas épocas del año, de cada año, tengo una especie de desorientación. Me pierdo en mí mismo. No sé para donde ir ni cómo. Suele pasar un largo período hasta que me encamino en alguna empresa, por más sencilla que sea, como leer un libro. Puede llegar a pasar un mes, dos o tres tal vez. El período más largo de inanición fue hace tres años ya. La causa recuerdo que fue estudiar el sistema político argentino. Fue un disparador que me inició en la gran controversia de lo que debería ser con lo que es. Pero lo que realmente me molestó, es lo que se dice que es. Me resultó tan indignante como las mentiras que tratan de inculcarnos desde la Iglesia. Tanto fue así que estuve a punto de anotarme en las listas de un partido comunista que encontré de paso. No llegué a comprometerme con éstos, porque entendí que los medios que utilizaban para cambiar la realidad eran los mismos o más detestables que los de los políticos de turno: crear un discurso lo más atractivo posible, atraer la mayor cantidad de gente y llegar al poder; una vez conseguido el objetivo la lógica era "a ver que pasa si". Lo peor es que piensan que con el sólo hecho de conseguir el poder, todo va a cambiar. Bien o mal, esa fue la impresión que me dieron en ese entonces.
Un partido político no era lo que me interesaba, pero todavía mis pensamientos circundaban la idea de cambiar el mundo. Había leído ¿Qué es la propiedad? de Proudhon, el cual, no creo que me haya influido, sentía que era el mismo tipo doscientos años más tarde. En este libro, sentí nombrar al sistema cooperativo, como una buena salida o solución a los problemas económicos sociales. Por casualidad, estaba cursando en Ciencias Económicas, y por causalidad cursé la tecnicatura en cooperativas que en la misma facultad están dictando.
Lamentablemente no fue más que otra desilusión. La teoría del sistema, junto con su filosofía, no son más que resultados de unos cuantos experimentos, de los que sólo algunos tienen resultado. Es un buen sistema sólo para la gente indicada. Donde aparecen los más ínfimos síntomas capitalistas, todo se viene abajo. Y cómo no van a aparecer en una sociedad como esta.
La última desilusión me generó otro lapso de inconsciencia. Divago permanentemente hasta encontrar un hilo que me lleve a alguna parte. Ese hilo lo venía siguiendo pero no le daba mucha importancia. Lo consideraba una especie de hobby. Hoy, no me imagino yendo a ninguna otra parte. En una palabra, mi hobby es pensar. Me voy a dedicar a hacerlo hasta que las condiciones físicas me lo permitan. Descubrí que es algo que debo hacer, y que, a la vez, no puedo dejar de hacerlo. Salvo en ciertas ocasiones, como ésta, que me invade un vacío temporal. Sé que lo voy a superar, porque me lo dice la experiencia. Todavía no sé cómo. No me quita el sueño. Al sueño lo tengo ocupado en otros menesteres.
Dicho sea de paso (o sea, que no tiene nada que ver con lo que venía contando), me gustaría volver a controlar los sueños como cuando tenía alrededor de 12 años. Al respecto leí un cuento en no-cuentos.com sobre una señora que hacía exactamente ésto, pero con un toque de exageración: tenía un control completo sobre sus sueños, tanto era así que dormía lo máximo posible para vivir su verdadera vida, la de sus sueños; tenía un marido y un par de hijos perfectos, así era feliz. Lo que descartó la calidad de locura de esta idea fue un descubrimiento seudo-científico. Una flor que crecer en cerca de la Cordillera de los Andes tiene este efecto sobre el sueño. Los indígenas de las zonas donde crecía esta planta dormían largas siestas debajo estos árboles para beneficiarse de sus dones. Lo que más me gustaba hacer era volar. Supermán era uno de mis ídolos y volar la cualidad que más anhelaba. Entonces, mientras soñaba, sólo tenía que pegar un salto y esforzarme para que mi cuerpo ascendiera; de esta manera recorría la ciudad dónde vivía, me trasladaba hacia los lugares que mejor recordaba, de mi casa al centro, de allí a la casa de mis abuelos, de vuelta volvía a casa. No sé cómo, pero sentía hasta el viento que me rozaba con la debida fuerza el rostro. Después de un tiempo no pude controlar más los sueños. Me tuve que conformar con recordarlos, con algo de suerte.
En fin, necesitaba escribir algo, perdón por hacerles perder el tiempo. De esta manera espero llegar a escribir, alguna vez, algo interesante.