jueves, 6 de septiembre de 2012

Oh! El presente… se ríe y no te espera.


De vez en cuando me levanto descompuesto de sed de sustancia. Por supuesto que el agotamiento generado por tal sed implica una ínfima fortaleza para comenzar el día, como si me despertase en otro planeta, digamos Júpiter, donde la fuerza de gravedad es siete veces mayor. No obstante prefiero transportarme a la posición vertical, fundamentalmente porque los dolores musculares producidos por la quietud se vuelven insoportables. Bien, ¿qué hacer entonces? Preparo unos mates, enciendo un cigarrillo y pienso. Tengo que hacer algo esencial, importante, que genere un elevamiento del alma, no necesariamente hasta el cielo, con unos cuantos centímetros sobre la superficie es suficiente. Pero ¿con qué objeto? Pensar en el sentido de una actividad particular me lleva lógicamente al sentido general de la vida por caminos muchas veces distintos y algunos tal vez interesantes. Sin embargo, aunque no quisiera creerlo, termino concluyendo que no tiene ningún sentido propio del ser humano. Fundamentalmente no nos gobierna más que la vieja ley de la selva. Hoy en día disfrazada en cientos de miles de formas diferentes: el éxito, la fama, el poder, la fe, las riquezas, los placeres, etc. ¿Entonces? Bala, tambor, clic, pum. Pero no puedo. Soy un cobarde. Le temo a la muerte como todos los mortales. O la voluntad de la vida es lo suficientemente fuerte como para no suspender la inercia arbitrariamente. Al final, al salto que nos mete en la angustiante individualidad existencialista le corresponde otro que nos lleva al aprecio por lo existente. El amor, el arte, las amistades, algunos elíxires, la naturaleza al desnudo proporcionan consuelos sobrecogedores al espíritu; suficientes como para continuar y soportar la tediosa regularidad del tiempo. Algún día podría dejar amanecer, pero noche tras noche continúa asomando en el horizonte una claridad celestial únicamente hermosa. Mientras tanto asombra una y otra vez invariablemente la infinitud estelar y ángeles caídos del cielo como este…



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